Aún con escasos recursos, nací en un hogar de emprendedores, en un pueblo de San Cristóbal conocido como “Bajos de Haina”. Mi madre siempre tuvo negocios que funcionaban desde casa y mi padre ofrecía sus servicios como profesional independiente, al mismo tiempo que desarrollaba su proyecto empresarial en el mundo de la música. Pienso que de alguna forma estas acciones influyeron en mí para que desde niño soñara con tener un negocio propio.
Durante mi adolescencia empecé a incursionar en el diseño gráfico con apenas 15 años, lo que de inmediato me llevo a soñar con tener mi propio centro de impresión y diseño. Mantuve esa meta por mucho tiempo y mientras más trabajaba en el área, más se alimentaba mi pasión.
A los 19 años me mudé a la ciudad de Santo Domingo en busca de oportunidades, hice un logo, imprimí tarjetas de presentación y me lancé a las calles para ofrecer mis servicios a las empresas del sector. Ese día hice mi primer cliente formal, una agencia de bodas que, a pesar de mi corta edad, me dio la oportunidad de poner mis servicios a su disposición.
Mi estadía en la ciudad no fue del todo exitosa, por razones económicas tuve que retornar a mi pueblo, y aunque en ocasiones pensé soltar la toalla, mantuve la esperanza de algún día emprender mi propio negocio.